En el marco de la conmemoración del Día Nacional de la Gratuidad de la Enseñanza Universitaria (22 de noviembre), la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (FCEFN) de la UNSJ comparte las historias de dos jóvenes de Calingasta que personifican el impacto transformador de este principio democrático: estudiar donde antes parecía imposible y soñar con la movilidad social ascendente.
El pasado octubre, Cinthia Yáñez y Jesús Vedia recibieron en su Calingasta natal el título de Técnico Universitario en Exploración Geológica, convirtiéndose en los primeros profesionales universitarios de sus familias. Sus logros no solo expresan un enorme esfuerzo personal; también evidencian el rol fundamental que cumple la Universidad Pública para ampliar derechos, construir oportunidades y llegar a las comunidades más alejadas de la centralidad provincial.
El 22 de noviembre de 1949 el presidente Juan D. Perón, mediante el Decreto N° 29.337, suspendió el cobro de aranceles universitarios. La medida marcó un antes y un después en el sistema universitario argentino.
Una historia marcada por la resiliencia
La vida de Cinthia Yáñez estuvo atravesada desde muy pequeña por un acontecimiento trágico. En julio de 2002, cuando tenía apenas cuatro años, sobrevivió a uno de los accidentes más dolorosos que recuerda Calingasta. Ocho personas viajaban en un automóvil que desbarrancó más de 25 metros y cayó al río Los Patos. Cinco de ellas fallecieron.
Entre los sobrevivientes estuvo Cinthia, rescatada por su tío, mientras dos de sus hermanas y otros familiares no lograron salvarse.
El trauma la acompañó durante años. “Cuando entré a la primaria casi ni hablaba”, recuerda. La secundaria fue el espacio donde comenzó a recuperar la confianza para socializar. Y con el tiempo, esa misma fortaleza emocional sería la base para animarse a construir un futuro distinto.
Cinthia encontró su vocación en la minería mientras cursaba la escuela técnica en Calingasta. Cuando la FCEFN de la UNSJ ofreció en el departamento la Tecnicatura Universitaria en Exploración Geológica (TUEG), no dudó: “La elegí a ojos cerrados”. Estudiar en su lugar de origen fue determinante.
“Sinceramente, si la universidad no fuera pública, no podría haber estudiado. Y tampoco tenía posibilidades de mudarme a la ciudad”, afirma. La llegada de carreras a departamentos alejados no solo permitió el acceso de jóvenes del interior, sino que evitó que algunos abandonaran su formación ante la imposibilidad de trasladarse.
A la par del estudio, Cinthia trabajó durante seis años en una estación de servicio. Sus días empezaban muy temprano o terminaban entrada la noche, única forma de sostener la cursada. Cursó mañana y tarde, hizo horas extras, devolvió francos los fines de semana. Persistió.
Su práctica profesional la realizó en el proyecto Los Azules, en Calingasta. “Fue fundamental. Ahí estás en la vida laboral real, trabajando con profesionales… y aprendés muchísimo”.
Hoy, Cinthia busca empleo con su diploma bajo el brazo, sabe que dio un paso importante; ahora sueña con una provincia y un país que le permita vivir de su trabajo.
El valor de estudiar en la Universidad Pública
Para Cinthia, recibirse fue más que un logro académico: “Soy la primera universitaria de mi familia. Imaginesé lo que significa para todos. Muchas veces pensé en abandonar, pero seguí”.
Destaca también el compromiso de sus docentes: “Agradezco que vinieran siempre, haciendo horas de viaje con frío, calor o lluvia. Aunque fuéramos pocos, ellos estaban”.
Su mensaje sintetiza el sentido más profundo de esta fecha: “Si no fuera por la Universidad Pública, muchos no podríamos lograr un título. Les pido a los jóvenes que valoren estudiar, y a la sociedad que siga apoyando a la Universidad”.
El camino de Cinthia es también el de otros estudiantes que, gracias a la gratuidad universitaria y a la política de llevar carreras a los departamentos alejados de la Capital provincial, pueden soñar con un futuro posible de realizar.
Su historia demuestra que la educación pública no es un concepto abstracto: es una herramienta concreta que transforma vidas, familias y comunidades.
La gratuidad de la educación superior permitió que los sectores populares pudieran acceder a la universidad. Tras la sanción de 1949, hubo un aumento significativo de hijos de trabajadores en la matrícula estudiantil.
Una historia de esfuerzo silencioso
Jesús Vedia nació y creció en Villa Nueva, una pequeña y humilde localidad calingastina ubicada al pie de la cordillera de los Andes. Allí, donde hasta hace muy poco no había conexión a internet, transcurre su vida familiar, junto a sus padres —ambos jubilados— y a uno de sus cuatro hermanos. En ese entorno de fuertes lazos comunitarios, pero con limitadas oportunidades educativas, se forjó su deseo de progresar.
Hizo la primaria en la escuela albergue de su pueblo y cursó hasta tercer año de la EGB3. Luego, sus padres lo enviaron a la Escuela Técnica Manuel Savio, en el corazón del departamento. El esfuerzo cotidiano de ese trayecto fue enorme.
Cada día salía a las 6:30 de la mañana en un colectivo antiguo puesto por la Municipalidad y regresaba recién pasadas las 20:00. La escuela técnica requería doble jornada, y durante cuatro años ese fue su ritmo: horas de viaje, estudio, frío y cansancio.
En ese camino también aparecieron apoyos fundamentales. Jesús recuerda especialmente a Fanny Aciar, dueña de un restaurante, que les ofrecía a él y a otros estudiantes un espacio para comer, descansar y usar las instalaciones, cobrando lo mínimo por la vianda. “Para nosotros era como una casa”, dice hoy, agradecido. En 2020 terminó la secundaria con el título de Técnico Minero.
Como muchos jóvenes de zonas alejadas, su deseo inicial era estudiar Educación Física, pero mudarse a la ciudad era económicamente imposible. Ya estaba trabajando cuando llegó una oportunidad inesperada: la UNSJ pondría en marcha en Calingasta nuevas propuestas académicas, entre ellas la Tecnicatura Universitaria en Exploración Geológica, dictada por la FCEFN. Jesús no lo dudó. “Tenía ganas de estudiar, pero no la posibilidad de irme. Cuando trajeron esta carrera, la aproveché”.
Durante ese tiempo, trabajó tres años en una empresa minera, alternando jornadas laborales con la cursada. Finalizó todas sus materias en diciembre y defendió su trabajo final en septiembre de este año. Cuando recibió el título, sintió que un sueño largamente postergado se hacía realidad.
Junto con la Reforma Universitaria de 1918, la sanción de la gratuidad en 1949 se considera uno de los pilares fundamentales del modelo universitario argentino.
Hoy, Jesús está buscando trabajo y realizando changas para ayudar en su casa. Pero se sabe preparado. “Me siento feliz por haber alcanzado este objetivo. Estudiar te hace progresar. Tener un título es importante para construir un futuro”.
Para él, la llegada de la Universidad Pública al departamento fue decisiva: “Si no fuera pública, yo no habría podido estudiar. Ojalá siempre exista la universidad para todos los chicos que no pueden pagar sus estudios”.
También guarda un profundo agradecimiento hacia sus padres, «pilares fundamentales»; lo mismo hacia sus docentes de la FCEFN: “Siempre tuvieron paciencia, disposición y buena onda. Les agradezco por cada conocimiento que nos dieron. Uno aprende mucho con ellos, y ojalá algún día nos crucemos trabajando”.
Su mensaje a los jóvenes es tan simple como poderoso: “Que estudien lo que puedan estudiar. A veces cuesta, uno se siente mal, triste o le va mal, pero eso es parte del progreso. Caerse no significa quedarse en el suelo; hay que levantarse y seguir luchando. Y si no pueden hacer una carrera, que se sigan formando, que hagan cursos, lo que sea. Lo importante es avanzar”.
La historia de Jesús, como la de Cinthia, pone de manifiesto el profundo sentido social de la gratuidad universitaria: permitir que jóvenes de los sectores populares, de los pueblos más alejados de los centros de decisiones, puedan proyectar un futuro que antes parecía inalcanzable. Sus historias muestran que la educación pública no solo abre puertas; cambia vidas.
Democratizar el conocimiento y garantizar que el mérito no dependa del ingreso económico, son los principios de la universidad no arancelada.
Texto e imagen: Omar Cereso, Prensa de la Facultad de Ciencias Exactas, Fisicas y Naturales.
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